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Gabriel Piconero - VinculoPyme

El papel de la empresa, como corresponsable en el desarrollo económico

El papel de la empresa, como corresponsable en el desarrollo económico A pesar de que algunos países, como China e India, pudieran lograr la meta del milenio de reducir la pobreza y el hambre en 50% de 1990 al 2015, lo cierto es que a nivel general, los índices de marginación van en ascenso en el mundo.

Esto es, poco menos de la mitad de la población mundial de los más de seis mil millones de personas que la conforman, viven con menos de dos dólares diarios, y casi un quinto obtiene menos de un dólar diario. Esto es moralmente inaceptable y económicamente absurdo. Luego entonces, urgen soluciones innovadoras a tanto sufrimiento humano: las empresas pueden hacer una diferencia  en su entorno, con la comunidad que atienden, así como emprender acciones de gran impacto social. 

Precisamente a las grandes corporaciones se les atribuye gran parte de las disparidades del ingreso en el mundo globalizado; empero, por esta misma razón, pueden ser un vehículo muy efectivo para reducir la pobreza.

De acuerdo a George C. Lodge, la importancia de que la gran empresa asuma a cabalidad su papel responsable en la sociedad estriba en varios factores, a saber: poseen competencias como talento humano, tecnología y crédito, entre otros. Los beneficios del crecimiento no necesariamente llegan a los estratos de más bajos ingresos, por lo que se requieren esfuerzos especiales. No basta, por ejemplo, con conectar a una localidad con la Internet; los habitantes de ésta deben de ser capacitados y la gran empresa puede proveer el entrenamiento, el tiempo de sus asociados, y también la motivación.

Las firmas también tienen un enorme potencial para promover el capital social. Organizando a sus asociados, persuadiéndolos y fomentando actividades en bien de terceros y concretamente de la comunidad, pueden ser promotoras de poderosas redes sociales, que incluso pueden llegar a tener representación política. No menos importante es su papel dentro de su cadena de valor, siendo factor de arrastre y de demostración, compartiendo sus mejores prácticas con proveedores, distribuidores e incluso clientes. Esta es una magnífica oportunidad, por ejemplo, para que pequeñas y medianas empresas puedan mejorar su competitividad y se sumen a prácticas socialmente responsables: la primera, desde luego, su rentabilidad que permita la generación de riqueza y de empleos.

Una nueva avenida de esta responsabilidad corporativa es la expuesta por Prahalad y Hammond al conceder a las multinacionales un papel importante en el desarrollo económico mundial: proveyendo bienes y servicios de calidad y bajo costo a la población de bajos ingresos, permitiendo mejorar la calidad de vida de miles de personas en la base de la pirámide y, al mismo tiempo, generando negocios para aquéllas.

Otra ventaja de la gran empresa reside en su posición para apoyar e impulsar proyectos locales, que pueden convertirse en el factor de cambio y el parteaguas para comunidades en pobreza extrema.

Todos estos atributos son importantes en la lucha por la erradicación de la pobreza. Algunos pasos ya se han dado para convertir a la empresa en un verdadero y nuevo motor de cambio, cuando -en julio de 2000- se lanzara el Pacto Global a iniciativa del Secretario General de la ONU, Kofi Annan, para promover las prácticas de negocios responsables, al cual ya se ha adherido un número importante de corporaciones.

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